Las Vacas odian el Rock-and-Roll
Simón Guerrero

Los errores que cometemos cuando tratamos de establecer paralelos entre la conducta de los animales y la conducta humana, son una fuente permanente de distorsiones. Pero seguimos incurriendo en ellos con frecuencia y terquedad, en un vano afán por validar rasgos y valores exclusivamente humanos. En ocasiones, el comportamiento de los animales ha sido utilizado para justificar decisiones de carácter ético que son competencia exclusiva de los humanos. También ha sido usado, aunque usted no lo crea, para validar juicios estéticos.
Algunas personas tratan de derivar la estética de la ética, cuestionando la belleza de una obra de arte porque es inmoral o carece de principios éticos. "El arte no tiene ética, sino estética", insistía Oscar Wilde. Pero no hay que olvidar que los seres humanos no somos abstractas obras de arte y que la conducta moral es imprescindible para nuestra supervivencia como especie. También se despoja de todo valor estético a una obra de arte que alimenta las bajas pasiones o incita a la violencia, hipótesis que no siempre los hechos confirman. Pero aunque este fuera el caso, y hubiera que prohibir por tal razón una canción o una pieza de teatro, el valor estético de estas obras no puede ser establecido sobre la base de nuestras consideraciones éticas.
Hace algunos años leí en un periódico la reseña de un alucinante "experimento" en el que se estudiaba el efecto de los diferentes tipos de música en la cantidad de leche que producen las vacas. Se instalaron alto parlantes en los potreros, de manera que las vacas pudieran escuchar diferentes tipos de música en las horas previas al ordeño. Luego se midió la cantidad de leche que producían los animales después de escuchar, por ejemplo, un nocturno de Chopin. Los resultados de esta curiosa investigación son interesantes aunque eran fácilmente predecibles: la producción de leche era mayor cuando las vacas disfrutaban un nocturno de Chopin, que cuando padecían una pieza de los Beatles.
Estos impresionantes "hallazgos" confirmaron la hipótesis de los investigadores de que la llamada "música clásica" es superior al rock and roll y a otros estridentes géneros populares. Sin lugar a dudas, los autores del experimento sobreestimaron el oído musical del ganado vacuno. Además, nadie ha probado que el "litro de leche" sea la unidad de medida de la calidad musical, ni que la calidad de una pieza musical dependa de sus efectos lactógenos. Si admitimos que este impacto sobre la producción de leche es quizás una consecuencia del efecto relajante de la "música clásica", habría que concluir que el "Ratoncito Miguel", que tanta paz y sosiego ha llevado a miles de generaciones, es musicalmente superior a una ópera de Wagner o a una sinfonía de Beethoven. Que una vaca produzca leche agria o yogurt luego de oír un reguetón, no prueba que ese pujante ritmo antillano carezca de calidad.
Si aplicamos a la literatura esta concepción terapéutica del arte, tendríamos que concluir que la historia de "Blanca Nieve y los Siete Enanitos", cuyo mágico happy-end nos sigue enterneciendo y relajando, es superior a una tragedia de Esquilo o al "Macbeth" de Shakespeare, de cuya contemplación salimos purificados, pero con el alma desgarrada. guerrero.simon@gmail.com
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