“Me llamo Carolina Susana Cortés. Soy argentina, tengo 16 años de edad, vivo en Buenos Aires, estoy viajando a bordo del buque argentino “Lago Lacar”, perteneciente a la empresa “Elma”. Es el mes de julio del año 1985. Mi papá es comisario del buque. Quisiera intercambiar “postales” y material sobre la naturaleza, especialmente sobre las aves, con chicos del país a donde llegue esta botella mensajera. Mi dirección es: … Muchas gracias y felicidades.Firma: Carolina S. Cortés.”
Con la confesa intención de escapar de nuestra frustrante realidad, les contaré esta historia real, pero sacada de las “Mil y una noches”, ese delicioso y casi inagotable libro de cuentos árabes. El primer párrafo de este artículo es una transcripción textual del mensaje que apareció dentro de una botella hallada en las costas de Pedernales en la primavera del 1986.
El hallazgo de esta botella fue realmente milagroso. En primer lugar, en la playa donde fue encontrada, en las proximidades de Oviedo, Provincia de Pedernales, se acumulan toneladas de basura de todo tipo que arrastran las corrientes marinas, razón por la cual, encontrar una botella es más difícil que encontrar una aguja en un berenjenal.
Otra maravilla de la suerte fue que la encontrara Blanco Turbí, un legendario guardaparque del “Parque Nacional Jaragua”, en una playa frecuentada por cientos de personas. Blanco informó de su hallazgo al Departamento de Vida Silvestre, que se encargó de difundir la simpática noticia. Trabajaba yo en ese entonces en el Museo Nacional de Historia Natural. Le escribí una carta y le mandé un libro sobre aves de la RD a Carolina y en julio de ese año (1986) recibí su respuesta, acompañada de un mapa donde narraba la historia de como vino a parar al Caribe una botella lanzada en el Atlántico Norte, más arriba de Inglaterra. Dejemos que Carolina nos lo cuente.
“Estoy muy contenta de haber recibido tu carta, sobre todo porque te apasiona como a mí la naturaleza y, además, la botella llegó a tu país el día en que cumplí 16 años. Voy a explicarte la historia de mis botellas mensajeras: Mi papá es comisario de E.LM.A. (Empresas Líneas Marítimas Argentinas), la cual le permite que viaje gratis un familiar por año. Hice dos viajes (en los cuales tiré botellas) en 1980 y 1986. En 1985 le pedí a mi padre que tirara unas 20 botellas. Fue una de esas 20 la que llegó a RD, tal vez arrastrada por la corriente de las Canarias. He recibido 260 cartas de los siguientes países: Uruguay, Brasil, Guyana, Cuba, Bahamas, España, Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Inglaterra, Alemania, Dinamarca, Noruega y Suecia. La tuya es la primera de la RD.
“Te cuento algo de mí: soy ornitóloga y socia de la Asociación Ornitológica del Plata, que se dedica al estudio y conservación de las aves de Argentina y países vecinos. Soy también socia de la Fundación Vida Silvestre Argentina, cuyo lema es: “a favor de toda la vida”. “Te agradezco muchísimo los libros que me enviaste. Te adjunto folletos y dos mapas. Será hasta pronto. Muchos saludos de tu nueva amiga, Carolina.”
Cuando le envié esa carta a Carolina, en Julio de 1986, le comenté que su botella (Otra curiosa coincidencia) desembarcó en una de las zonas más hermosa y de mayor biodiversidad de nuestra isla. Le hablé de Bahía de las Águilas y de la singularidad de sus ecosistemas.
Si vuelvo a comunicarme con ella, no sé si me atreva a decirle que esos hermosos escenarios naturales viven en permanente amenaza, y que si no han desaparecido es gracias a los esfuerzos de la gente buena y sensata que todavía nos queda, y a que la codicia de los depredadores insaciables de siempre es tan grande, que no logran ponerse de acuerdo sobre la forma más conveniente de destruirlos.