sábado, 12 de enero de 2008

El hombre que creó un bosque en una isla desierta

Fotografía de Juan Carlos Mieses
SD. A principios de los 80, Annabelle Dod, nuestra inolvidable Tudy, pionera de la conservación en el país, me invitó a oir una conferencia. Se trataba de un señor de Bermudas que hacía trabajos de conservación en un islote. David Wingate era su nombre. La charla tendría lugar en la Biblioteca Nacional y Tudy me pidió que invitara a mis alumnos de secundaria.

David era alto y fuerte, pero contaba su historia con una voz vacilante y tierna que no parecía provenir de su físico enjuto y recio. Ese día no reparé en algo que nos resultó evidente a todos los que asistimos con él a un congreso en Cuba en el 2001: su extraordinario parecido con Ernest Hemmingway; por lo menos el Hemingway de finales de los sesenta.

Nunca imaginé, cuando comenzó a pasar sus diapositivas rudimentarias, que su charla dejaría en mí una huella que no se ha borrado aún y que cambió para siempre mi percepción de la conservación de la naturaleza.

Todo comenzó en 1960, cuando se declararon reservas naturales un grupo de islitas donde se había redescubierto el petrel de Bermudas (Pterodroma cahow) un ave marina oceánica que se creía extinta desde 1600. David comenzó a construir nidos artificiales con una entrada pequeña que impidiera que otra ave marina, los Rabijuncos, que son más grandes, desplazaran a los petreles de sus nidos. Luego de lograr este objetivo, pidió permiso al gobierno para restaurar una pequeña isla llamada Nonsuch, deforestada y desierta, donde alguna vez funcionó una cuarentena para prevenir la fiebre amarilla. La vegetación nativa había sido sustituida por densos pajones de una yerba introducida, pero David intuía que, debido a su singular topografía, en ella se podían reproducir todos los ecosistemas originales de Bermudas

Su propuesta fue finalmente aprobada y en 1962 se mudó a la isla en una de las construcciones hospitalarias convertida en vivienda. No había luz ni teléfono, pero dice David que nunca había soñado algo más cercano al Paraíso. Entre 1963 y 1968 sembró unas 8 mil plantas nativas de Bermudas (árboles y arbustos), de las que todavía quedaban algunas muestras en ciertas zonas apartadas. Consiguió semillas del árbol predominante en los ecosistemas de la isla, el Cedar (Juniperus bermudiana) endémico de Bermuda, y sembró 600, de los cuales 200 sobrevivieron. Cuando ya había logrado restaurar un bosque joven, pero muy similar al original, decidió introducir algunos animales.

El primer animal que pensó introducir fue un ave nativa, pariente cercana de nuestro Julián Chiví. Capuró varias parejas y las liberó en su naciente isla. El experimento resultó tan exitoso que ahora hay dos veces más aves de esta especie en Nonsuch que en Bermudas, y se han vuelto tan mansos como eran en los tiempos de la colonia, según reportan los primeros habitantes de la isla.

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