sábado, 12 de enero de 2008

Fuegos artificiales violan ley del medio ambiente

Fotografía de shotstraigh2hell
Santo Domingo. Paso revista a los principales argumentos de quienes defienden la venta de fuegos explosivos durante las fiestas navideñas. El principal es económico, y sostiene que los importadores de fuegos explosivos ya hicieron una gran inversión y pagaron impuestos. Es una vieja treta. Los empresarios siempre invierten aunque estén prohibidos, contando con que al final, ante el hecho consumado, el gobierno terminará complaciéndolos. Además, a partir del año 2000, la Ley 64-00 en las normas de su Art. 114 prohíbe los ruidos que causan "molestias comprobadas, riesgos para la salud, perjuicios para los bienes, los recursos naturales o el ambiente en general", amparados en el hecho comprobado de que los sonidos excesivos producen malestar, estrés, trastornos del sueño, pérdida de la atención, pérdida de la audición, afecciones cardiovasculares, retraso escolar, conductas agresivas y dificultades de convivencia. Nadie puede violar la ley alegando ignorarla.

De todos modos, es éticamente inaceptable que para evitar pérdidas económicas a un grupo de importadores, se permita que miles niños dominicanos sufran lesiones graves e incluso mueran, y seamos todos sometidos a un largo período de intranquilidad y zozobra.

Otro argumento alega que cientos de familias viven de esta actividad. Que miles de dominicanos se beneficien de este negocio no justifica su existencia. Si así fuera, habría que permitir el tráfico de drogas, del cual se benefician más familias, y no sólo en diciembre sino durante todo el año.
Arguyen también estos empresarios que los fuegos que ellos importan son de óptima calidad y se venden libremente en USA, lo que garantiza que ningún niño resultará lesionado. En primer lugar, no es cierto que en ese país esos artefactos mortales se vendan en las aceras y las marquesinas como si fueran frutas navideñas. Además, que se haga allá no significa que sea lo más aconsejable. En ese país se venden armas de guerra a los civiles, algo que está prohibido en la mayoría de los países (incluida RD), permisividad que es responsable de decenas de crímenes cada año. No está claro tampoco que la calidad disminuya la peligrosidad de esos fuegos letales. Los cirujanos plásticos insisten en que todos los fuegos artificiales son peligrosos. Un cohete importado de alta calidad, si se usa mal, es mucho más peligroso que uno criollo, por ser más potente y efectivo.

Si hacemos la analogía con las armas de fuego, habría que permitir que se vendieran libremente las pistolas de gran calidad, que son las más letales. Sin embargo, es más probable que alguien sobreviva a un disparo accidental de una "chilena" casera, que a uno de una pistola Glock austriaca o de una Jericó israelí. El más absurdo de los argumentos es el que pretende que la prohibición de los fuegos artificiales incrementará los casos de balas perdidas. Todos sabemos que el infierno de explosiones que se escuchan el 24 y el 31 de diciembre es la mejor cobertura para que los desaprensivos hagan disparos al aire. Por el contrario, sin fuegos artificiales sería más fácil ubicar y sancionar a esos malhechores.

Hay que insistir en que el efecto más dañino es el ruido ensordecedor que sufre toda la población durante más de un mes y que afecta incluso a la mayoría sensata que no se suma a la fiesta incendiaria. A media noche del 31 de diciembre, Santo Domingo parece una ciudad bombardeada. De continuar esta práctica, habría que crear refugios antirruidos para guarecer en las navidades a los ancianos, los niños y los enfermos, víctimas indefensas de la irresponsabilidad y el afán de lucro.

Simón Guerrero

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